Hoy 23 de julio han pasado tres años desde el funeral de Oswaldo Payá Sardiñas en La Habana. En mi libro “Hay que quitarse la policía de la cabeza”, que se publica el lunes, hay un capítulo pequeño sobre ese día tan trágico. Lo publico aquí:
Capítulo 15
El domingo 22 de julio de 2012 se estrelló el coche en el que viajaba Oswaldo Payá y su colega activista Harold Cepero en las afueras de Bayamo en la región oriental de Cuba. Conducía el político juvenil español Ángel Carromero. En el coche también iba Aron Modig, presidente del ala juvenil del partido Democracia Cristiana de Suecia. Los dos cubanos murieron y los dos europeos salieron relativamente ilesos.
Al día siguiente, Oswaldo Payá fue enterrado en una iglesia en el barrio del Cerro en La Habana. El videoclip inestable de la bloguera Yoani Sánchez, tomado desde su teléfono móvil, mostró cómo muchos cientos de ciudadanos de La Habana en la iglesia abarrotada gritaban “libertad, libertad, libertad” con la misma fuerza y convicción como tantos tunecinos y egipcios habían hecho los años antes y muchos iraníes algunos veranos antes de eso.
El ritmo, la articulación, los puños alzados junto con el fuerte énfasis en la sílaba final, pulverizaron la humillación de los asistentes al funeral.
Luego, cuando la congregación cantó el himno nacional y terminó con aplausos, se unió la lucha cubana por la libertad, a la europea. Era exactamente la misma situación que cuando unos trabajadores polacos estuvieron en huelga en Gdansk en agosto de 1980. Timothy Garton Ash estuvo allí:
Estaba sentado con los huelguistas barbudos y exhaustos mirando por televisión el final del mitin del Comité Central del Partido Comunista, y cuando los dirigentes del partido se pusieron en pie para entonar “La Internacional”, la gente sentada a mi alrededor se puso en pie espontáneamente y empezaron a cantar el himno nacional. “Alzaos, prisioneros necesitados”, decía la television, “Polonia todavía no se ha perdido”, rugían los huelguistas, “¡mientras estemos vivos!” Con los manos en alza haciendo la señal de V de victoria.
La unidad y el sudor son el fundamento para todo cambio. Yoani Sánchez concluye su post de blog sobre Payá con la esperanza: “Descansa en paz, o mejor aún, descansa en libertad”.